NS_20240129

¿Otro PASO atrás?

Por Alfredo Quintanilla

 

Resulta inexplicable que algún sector de la opinión haya lamentado la eliminación de las llamadas PASO como un retroceso, cuando nunca se realizaron. De la llamada reforma política que impulsó Vizcarra y que la Comisión Tuesta convirtió en una docena de proyectos de ley, sólo se aprobó y aplicó una: la de la paridad hombre – mujer y su alternancia en la lista de candidatos. Las PASO, es decir, las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, quedaron en el papel, porque, tanto en las Elecciones Generales del 2021, como en las Regionales y Municipales del 2022, fueron suspendidas por sendas modificaciones aprobadas en el Congreso.

Desde un inicio discrepé con la idea de que las PASO serían un remedio a la precariedad organizativa y representativa de los partidos. Al margen de que fueran o no una imitación de las primarias argentinas, me parecía un contrasentido que fueran obligatorias, cuando, se sabe que los partidos gozan de una desconfianza mayúscula, una de las mayores en América Latina. Eso, además de generar un gasto inútil al Estado, iba a conseguir una hecatombe de organizaciones porque a todas se les obligaba a tener -como mínimo- una votación del 1.5 % del total de votantes para seguir en carrera, cuando cuatro quintos del total votaría en blanco o viciaría su voto. Sólo pasaría un puñado. Era obvio que el Congreso elegido después del que cerró Vizcarra, compuesto por esos partidos precarios, iba a borrar ese intento de desaparecerlos. La Ley 31981 recientemente promulgada, es la respuesta de esas organizaciones.

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