ninos.caramelos

Folios, caramelos, mujeres y niños

Por Orlando Mazeyra Guillén

¿Cuál fue tu trabajo más feo?
—El de la Demuna —te dice algo insegura—. Sí, creo que ese fue el peor.
—¿Y cómo llegaste allí?
—En la universidad había convocatorias para hacer prácticas y yo sabía bastante de Derecho Constitucional, del Niño y del Adolescente. Además, en la Demuna lo que más les interesa es que sepas aplicar la ley fríamente…
—¿Y qué es lo primero que recuerdas?
—Es un sitio que no inspira nada de ternura, todo lo contrario: recuerdo un ambiente tétrico que ni siquiera parece una institución del Estado, sino una casa abandonada. Creo que la gente que llega a ese lugar se debe preguntar si en verdad allí la podrán ayudar. Yo, presintiendo cosas malas, me dije: “¿en qué me estoy metiendo?”.
Nancy conoció a la doctora Rita, una jefa sin alma que le aclaró el panorama de arranque: “Desde el primer día me di cuenta de que el trabajo iba a ser espantoso porque había demasiados folios de denuncias de mujeres y niños de todas las edades. Todo lo viví de golpe. De frente me mandaron a hacer los escritos sobre casos atroces. Y allí te das cuenta de que el sistema no está articulado, ¡es una calamidad!”.
—¿Qué ocurre?
—Las mujeres y los niños, apenas ponen un pie en la Demuna, en la mayoría de los casos, se arrepienten: los niños huyen cuando pueden, las mujeres se inventan problemas e inconvenientes para no testificar. Está claro que ellos no creen en el sistema, prefieren seguir corriendo riesgos similares o peores.

Seguir leyendo…




There are no comments

Add yours