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La farsa de fiestas patrias: un país de mentiritas

No me refiero aquí al contenido de las 76 páginas del discurso de Dina Boluarte. Ni lo que apenas pudo terminar de balbucear la susodicha en las 5 horas que se extendió su abuso de paciencia. Eso se da por descontado.

Hablo del montaje general que sostiene un país, su gobierno, el Estado, sus instituciones, el bienestar de sus ciudadanos y la fiesta. Todo, absolutamente falso.

Comenzando por lo más obvio, nadie festejó nada, pues no hay nada para festejar. Siguiendo por lo más grotesco: el supuesto “Mensaje a la Nación”, cuyo emisor no fue una presidenta, ni siquiera la frívola ciudadana llamada Dina Boluarte, quien no escribió, ni leyó su propio discurso. Tampoco hay una Nación a la cual pudiera dirigirse, pues en la remota posibilidad que tuviera algo auténtico que decir, tendría que escribir (es solo un decir, no está en capacidad de hacerlo) dos discursos: uno para el país oficial, limeño, terruqueador y votante de Keiko Fujimori; y otro para el Perú profundo, el excluido, raceado y terruqueado, que votó por Pedro Castillo en busca de reconocimiento. Dos países muy cerca del odio entre sí, por lo que ni siquiera existe un Perú al que dicen amar (hipócritamente) en Fiestas Patrias.

Pero las mentiras más duras son dos. La primera, que haya una presidenta (a la que la formalidad uniformada le rinde honores con espadas de mentira), pues el mundo entero ya sabe que ella no ejerce mando (ni comando). No está a cargo (The Economist), no toma las decisiones (vienen del Congreso), le escriben los discursos y, literalmente, no sabe donde está parada.

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