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El discurso final

Por: Germán Vargas Farías

Ojalá sean sus últimas palabras. Digo, como presidenta de la República, cuando este 28 de julio acudió al Congreso para cumplir con el mandato constitucional de dirigir, en forma personal y por escrito, el mensaje anual con la exposición detallada (demasiado extenso de más de 4 horas)* sobre la situación del país.

Desde el año 2016, las personas que han gobernado el país han ofrecido, en promedio, dos mensajes cada una. Este será el segundo mensaje presidencial de Dina Boluarte, y la señora no ha hecho ningún mérito para permanecer más tiempo en el cargo, de modo que tengamos que escucharla, una vez más, en julio de 2025.
En realidad, ni siquiera se trata de hacer algo especial o extraordinario, si solo quisiera cumplir las atribuciones del artículo 118 de la Constitución Política y, por ejemplo, respetara la Constitución y los tratados, y las sentencias y resoluciones de los órganos jurisdiccionales, podríamos hablar de un gobierno que guarda ciertas formas democráticas. Pero no, este no es el caso.

Dina Boluarte ha optado por sobrevivir en la presidencia entregando el gobierno, como sostiene The Economist, al Congreso. No solo es un gobierno frívolo y mediocre el suyo, sino desalmado y cobarde. Eligió cohabitar con la representación congresal más corrupta y depredadora de nuestra historia, con el único propósito de permanecer en el cargo. Por eso la desaprobación de su gobierno no tiene precedentes, y ha devenido, tanto como su felonía, en histórica.

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