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Estado, mercado y apatía

Por: Ricardo Falla Carrillo

Los interesados por los asuntos públicos se suelen lamentar de que un amplio sector de la población se distancie, por intervalos de tiempo más o menos prolongados, de los temas políticos. Consideran que tal alejamiento es el que permite que determinados grupos de poder se enquisten en las estructuras de gobierno y actúen en función de propios beneficios, alentando las diversas formas de corrupción o de autoritarismo, pues desaparece gran parte de la anhelada vigilancia ciudadana. Este cuestionamiento a las actitudes de una mayoría tiene sentido en la medida que se asume que la ciudadanía debe estar en condiciones ético-cívicas para participar y deliberar en las diversas interacciones políticas y sociales. Sin embargo, a pesar de esta razonable crítica, no debemos olvidar que el interés personal por lo político solo es posible si se descubre su relevancia.

Por ello, antes de pensar lo político, antes de darse cuenta de que el mundo político es el ámbito en donde confluyen acciones e ideas -para organizar el “arte de lo posible”-, lo político se siente y vive desde adentro. Sin este sentir fundamental, la política no llega a ser relevante y, por lo tanto, los puentes que unen los asuntos públicos con los conceptos que le dan sentido, no logran constituirse. Así, la autoexclusión doméstica se explica, en parte, porque en determinadas mentes no se han dado las condiciones afectivas e intelectuales para un despertar político, que implica, entre otras cosas, vivir la política y aprender a pensar lo social desde ella.

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