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Radiografía de la precariedad y desigualdad laboral (a propósito del día del trabajador)

Por: Enrique Fernández Maldonado

Al celebrar el primero de mayo, resulta pertinente analizar cuál es la situación del empleo en el país, en un escenario de débil crecimiento económico, aumento de la inseguridad y degradación de la representación política nacional.

Existe consenso en considerarla como la principal característica (y problema) del mercado laboral peruano, en tanto sinónimo de precariedad. Pero, aun así, para el sector público ni el privado parece ser una prioridad por resolver. Los últimos veinte años se ha insistido en replicar formulas orientadas a reducir derechos y beneficios sociales, para incentivar la inversión, primero, y luego favorecer la formalización, pero con resultados bastante modestos . Lo cuales no cambiaran si no se encaran (de manera seria, planificada y decidida) cuestiones de fondo vinculadas con (i) los límites de la matriz productiva primario exportador, (ii) una estructura ocupacional heterogénea y desigual, y (iii) los bajos niveles de productividad empresarial y laboral, como obstáculos estructurales para la generación de empleo productivo y adecuado.

La informalidad laboral y el empleo informal suponen no solo la ausencia de contrato de trabajo (en el caso de los asalariados); implican sobre todo la carencia de derechos laborales y seguridad social para los trabajadores y sus familias. Condiciones imprescindibles para progresar y vivir con dignidad, pero que son esquivas para la mayoría de los peruanos. Cuatro de cada 10 trabajadores asalariados no tienen vínculo laboral formal y están desprotegidos. Y en el caso de los trabajadores autónomos, la proporción adquiere ribetes dramáticos: 9 de cada 10 no cuentan con seguridad ni protección social. Terminan dependiendo de una desguarnecida salud pública y de su buena suerte.

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