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La urgencia de recuperar sentidos y, con ellos, la esperanza

Por: Rosa María Mujica*

En el marco de los 32 años del golpe de estado de Fujimori y su dictadura, Rosa María Mujica reflexiona la importancia de una educación liberadora comprometida con la construcción de memoria histórica crítica, como un imperativo ético político encaminado a construir democracia real defensora y garante de Derechos Humanos para todas, todos y todes.

El Perú ha vivido, desde siempre, hechos de violencia, de racismo y de discriminación que han significado el sufrimiento para millones de personas. La construcción de la democracia ha sido un proceso difícil y sigue siendo un proceso inconcluso que pareciera, hoy más que nunca, que da pasos para atrás. La tendencia al retroceso, a la anarquía, el sentir que nos hundimos en un pozo profundo donde todo vale, donde la corrupción campea y la vida no vale nada, aparece una y otra vez, a pesar de todos los esfuerzos realizados. Hubo un momento en el que creímos que estábamos avanzando, que contra la barbarie vivida, frente al terror, a la muerte y al abuso contra las poblaciones más débiles vividas en los años del conflicto armado interno, se había impuesto el sentido común de amor a la Patria, de desear el bien común, de vivir en paz y ansiar el desarrollo para todos, creímos que la democracia se había afirmado como la mejor de las opciones y que los peruanos y peruanas haríamos todo lo necesario para avanzar, para defenderla. No podemos negar que hemos avanzado en la conquista de derechos para las poblaciones más vulnerables y que todo parecía indicar que estábamos avanzando hacia la construcción de un país desarrollado y moderno, pero hoy vemos con desolación y tristeza que no está siendo así, que la vida sigue valiendo nada, que es posible asesinar a 60 personas y que no pase nada, que es posible robarle al estado, o lo que es lo mismo, robarles a todos los peruanos, y que no pase nada, que es posible tener un congreso que traiciona a la patria dando leyes que destruyen las instituciones y que regalan el país a las mafias, y tampoco pasa nada.

Cada día somos testigos de la falta de importancia que tienen las leyes, las normas y la propia Constitución Política de nuestro país -y basta mirar al congreso de la República- para el ciudadano común, y de su permanente transgresión en todos los niveles y sectores sociales. La anomia se consolida como fenómeno nacional; el desorden y el caos se convierten en un estilo de vida que afecta profundamente el respeto que todo ser humano merece, violándose así la dignidad de las personas. Sin leyes y normas que regulen las relaciones económicas, políticas y sociales que tengan como fin el bien común y la protección del ser humano, sin sanciones claras y efectivas para quienes las incumplan, es imposible pensar o hablar de una convivencia democrática. El desarrollo de la conciencia de respeto a las normas básicas de convivencia social, la profunda convicción de que los derechos de cada uno terminan donde comienzan los derechos de los demás, son retos fundamentales que tenemos que enfrentar si queremos ver el futuro con esperanza.

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