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Pero incluso los poetas son humanos (parte 2)

Por Oswaldo Chanove

Al abrir las páginas del libro de Alonso Ruiz Rosas lo primero que uno se pregunta es en qué era vive este poeta. Pero una de las ventajas de domiciliar en el siglo XXI es que es más fácil hacer recorridos panorámicos por los diferentes ánimos históricos de la civilización humana. Alonso, por ejemplo, hace vuelos rasantes sobre el territorio de Francisco de Quevedo. Salta luego a los soleados cenáculos de los poetas latinos. Visita el gabinete de algún anglosajón experimental y, ocasionalmente, en un giro radical, hace una visita a la calle donde vivía el cholo Berrocal.

Esto está aludido, por ejemplo, en una pieza llamada Umbral, en el que el poeta intenta entrar usando primero una aldaba, luego un interfono, hasta finalmente forzar de un empellón las desgastadas puertas del Olimpo. A pesar de las apariencias, Alonso Ruiz Rosas no es un poeta del siglo XVII, sino alguien con los pies bien puestos en su tiempo. Su poesía tiene todos los rasgos de la vanguardia que floreció la primera mitad del siglo XX. Es ecléctica, mezcla registros lingüísticos, es camaleónica, altamente referencial y en ocasiones sufre de disonancia cognitiva.

Muchos poemas, además, tienen una estructura teatral, que incluye diálogos, monólogos y efectos dramáticos. Es también visible el conocido interés del poeta por los libros de historia y por la liturgia católica. Sin embargo, uno de los efectos que pone color en su obra es la yuxtaposición lingüística que fusiona en un mismo verso la alta poesía con giros coloquiales extraídos de su infancia arequipeña. Pero quizá lo que lo que primero advertimos al abrir un libro de Alonso Ruiz Rosas es que, a la manera de los juglares, cada página lanza al tímpano atento una saeta empapada en música. Para esa empresa hace uso extensivo del hipérbaton, invirtiendo la posición del sustantivo y del adjetivo. Consigue de esa manera romper la monotonía de la estructura del verso. Esa tonada es sin duda una elaboración literaria de su música interior.

Pero incluso los poetas son humanos (parte 2)




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