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Pobre diablo ensordecido

Por Oswaldo Chanove

 

La interrogante que atormenta al ser humano es la que tiene que ver con el sentido de la vida. Pero buscar el sentido de la vida significa que damos por sentado que este existe, que es un mensaje que se puede resumir en un texto o lema o catecismo. Si suponemos que el sentido de la vida está contenido en un mensaje, entonces la vida, todo en la vida, es un lenguaje. De esta manera queda claro que Borges no solo era un gran poeta sino también un formidable heresiarca de regocijado estilo, pues en uno de sus textos más famosos predica: “Nuestras vidas y el más tenue detalle de nuestras vidas es la escritura que produce un Dios subalterno para entenderse con un demonio”.

¿Y qué es lo que le está diciendo este ser subalterno pero grandioso al maldito y misterioso demonio un sábado por la noche? No lo sabemos. El lenguaje usado no es muy nítido aunque los científicos -haciendo las veces de cósmicos criptoanalistas- se esfuerzan intensamente en interpretarlo. Las asombrosas revelaciones que han salido a la luz gracias a los avances de la tecnología CRISPR-Cas9, o la creciente cantidad de alucinantes publicaciones que apuntan a encontrar por fin el esquema teórico unificado de las interacciones físicas fundamentales son un buen ejemplo de eso. Sin embargo, a simple vista, algo podemos adivinar nosotros los insignificantes mortales que percibimos y soportamos (y también somos) el lenguaje del universo.

 

Pobre diablo ensordecido

 




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