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La política y los campesinos: aislamiento, franquicias y apatía

Por: Alfredo Quintanilla

La realización de las Elecciones Municipales Complementarias, el 2 de julio reciente, en once distritos del Perú profundo(1) permite observar cuál ha sido el comportamiento electoral – y sus connotaciones políticas – de los habitantes alejados del epicentro de la protesta social de diciembre-enero que estremeció al país (con la excepción, tal vez, de Lari, ubicado en la provincia de Caylloma, Arequipa; y de Chimbán y Pión, pertenecientes a Chota, Cajamarca). Son distritos rurales, aislados y pobres (excepto Manitea, de La Convención, Cusco con ingentes ingresos del canon gasífero), donde todos se conocen, trabajan en la agricultura y ganadería; acaso producen artesanías para completar sus exiguos ingresos monetarios y su instrucción escolar apenas completa el nivel primario.

En esos pueblos, la actividad política no existe y los agrupamientos de vecinos (comunidad campesina, APAFA, junta de regantes, comité del vaso de leche, cofradía del santo patrón, club de fútbol) no forman, en sentido estricto, la sociedad civil local. El interés por la política tampoco ha sido medido, por la sencilla razón que las encuestadoras no llegan a los distritos rurales. La información política que reciben sus pobladores se supone que proviene, principalmente, de las radios locales. Las duras condiciones de vida en el campo, en parte responsables de la baja participación y hasta de la apatía política de sus electores, explican que en las elecciones de octubre sólo fuera presentada una lista de candidatos en cinco de los once distritos. En realidad, no tienen más incentivos que los pobres de las ciudades para intervenir en política, porque ella no les ha traído ningún beneficio. Tienen lo que los politólogos bautizaron como una “cultura política parroquial”. La lucha por la subsistencia diaria, después de la hecatombe de la pandemia, es algo que políticos e intelectuales no comprenden.

Estas elecciones complementarias fueron convocadas por el JNE, porque las del año pasado fueron anuladas, aunque los motivos fueron diferentes en cada caso. En el pasado las anulaciones se debieron, en la mayoría de casos a interrupciones violentas del escrutinio. Esta vez esa causa explica los casos de Recta, Manitea y Huamantanga, donde se quemaron las actas porque se denunció la presencia de electores “golondrinos” mercenarios. Hubo cuatro casos en los que más de la mitad de los electores no acudió a votar: Canis, Chimbán, Pión y Chinchihuasi. En Aco y Lari, donde sólo había una lista de candidatos, la suma de votos blancos y nulos superaron los dos tercios de los votos emitidos. No hay que olvidar los motivos de la anulación a la hora de analizar los resultados.

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