diosdado

SED DE JUSTICIA, SED DE PAZ

Teodolinda y Teófilo viven en un solitario caserío que pertenece al centro poblado de Quichas, en el distrito y provincia de Oyón, en la sierra de Lima; desde su estancia, su humilde morada, miran el imponente nevado Altuscancha y la laguna Surasaca. Hace algunas semanas recorrí este lugar en busca de una locación que nos sirva para un videoclip y así mostrar al mundo la belleza de uno de nuestros tantos lugares impresionantes que muchos peruanos ignoramos y que nadie intenta exhibirlo ante el mundo. Lo digo porque, desde hace 35 años, recorro el país, cantando y llevando, junto a nuestro acerbo musical, la historia misma de nuestra gente y el encanto de sus pueblos y parajes andinos.
Me estremeció la soledad en la que Teodolinda vive, junto a su esposo y retoño, en plena puna; me conmovió profundamente su afán por compartir lo poco que tenía en casa. No puedo olvidar su preocupación por no poder alcanzarnos algo que pueda saciarnos la sed y el hambre. Me dijo una y me volvió a repetir varias veces que ojalá le hubiéramos avisado de nuestra visita para preparanos “alguito”; vaya generosidad, vaya humanidad, vaya hospitalidad y tantas cosas lindas que guarda aquella persona en su ser, pese a las circunstancias y dificultades.
Me alegró mucho saber que conocía muchas de mis canciones, especialmente “Amor, Amor”, y quería hacerme sentir el cariño y el aprecio por los mensajes de fe y esperanza que trasladan muchos de nuestros huainos, carnavales, pasacalles, etc. No puedo negar que se siente bien hacer algo que contribuya en algo a arrullar el alma y generar esperanza en tanta gente que, por siglos, no tienen voz y son invisibles en este Perú tan disímil.
He visto en los rostros de Teodolinda y Teófilo a miles de peruanos de origen humilde, cuya voz apenas se escucha y siempre se pretende silenciar hasta condenarlos al olvido. Hoy que nos asusta el retorno de los tiempos de violencia, como en los dramáticos ochenta y noventa, tiempo en los que mi padre fue lastimado y privado de su vida, debemos elevar nuestra voz a fin de pedir justicia para los pueblos olvidados; realmente duele ver a nuestra patria enfrentada entre hermanos en una lucha desigual.
Pido justicia frente a un Estado indolente e indiferente con su gente; justicia para aquellos hermanos del Perú profundo que son ignorados permanentemente. Es urgente oír, escuchar a quienes, por décadas, esperan y claman ser oídos. No más muertes que nos duele tanto. Que la pérdida de más de cincuenta de nuestros hermanos del interior no pasen pronto a ser una simple estadística. Que no se imponga la ceguera y la sordera de los que detentan el poder, que no ven ni escuchan la voz del Perú profundo. Que el pueblo y sus líderes se llenen de sabiduría para elegir la ruta que nos devuelva la paz que anhelamos, luego de tanto dolor y sufrimiento. Que no aflore el racismo contra aquellos que, como yo, tienen origen provinciano y nos ven como los “Otros”; que no se criminalice el justo derecho a alzar la voz en contra de razonables reclamos.
Realmente es deplorable e infame la forma de estigmatizar como terroristas a quienes reclaman justas reinvindaciones sociales. Al mismo tiempo, debo cuestionar la información sesgada de algunos medios de comunicación; que tengamos que buscar mejor y veraz información en las cadenas internacionales o muchas veces enterarnos de la verdad de los hechos únicamente por las redes sociales. Hagamos todos el ejercicio de llevar la honestidad por delante y andar con la verdad, así nos duela.
Queremos justicia, pero también queremos paz. Por eso, tampoco podemos aceptar las acciones de ciertos aprovechados y vándalos que buscan llevar solo el caos. Esos grupos minúsculos e interesados que pretenden aprovecharse de los reclamos del pueblo y cometen delitos, tienen que ser sancionados con todo el peso de la ley. La violencia es condenable venga de donde venga. Por eso, es necesario suscribir un firme compromiso para rechazar todo indicio de impunidad y castigar tanto contra los que violentaron la propiedad privada y pública, así como contra los responsables de la muerte de nuestros compatriotas.
Hago votos para que nuestros líderes o quienes detenten el poder puedan tomar decisiones que terminen con la conflictividad y la confrontación. Queremos y añoramos la paz y la tranquilidad como todos, pero eso tendrá que llegar como producto del dialogo y el acuerdo entre las autoridades que deben aprender, de una buena vez, a escuchar a quienes nunca fueron escuchados.
Un abrazo fraterno a todos los pueblos del Perú en esta hora difícil.

 




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