salvajismo

Salvajismo cultural, colonialismo nacional y miseria humana

Por: Rudecindo Vega Carreazo

En Perú pervive fuerte, nada escondido, un salvajismo cultural abominable, está en nuestra raíz, nunca atendida, confrontada ni menos resuelta, es producto colonial y también una “heredad” prehispánica, hecha costumbre en nuestra era republicana; es un salvajismo cultural teñido de racismo y discriminación, pero, sobre todo, es cabal expresión de un etnocentrismo estructural e histórico. Los salvajes no están en la selva ni en los andes, en las comunidades nativas y andinas y provincias, ni en el mundo rural y amazónico; los salvajes están en las urbes, tienen cargos gubernamentales y hasta ostentan cargos de presidente y ministros, son salvajes con instrucción incluidas maestrías y doctorados. Hay que ser un reverendo salvaje para justificar las violaciones de niñas, niños y mujeres como una “práctica cultural” indígena siendo ministro de educación o ministra de la mujer, es el mismo nivel de decirles que “no son ciudadanos de primera clase”.

Las cerca de 900 violaciones reportadas por dirigentes Awajun en Condorcanqui realizadas por profesores a sus alumnas, policías a los ciudadanos y hasta por promotores que deben velar por sus derechos es un salvajismo de quien considera que puede hacer lo que se le antoja con menores o mujeres desamparados por ser indígenas, depredan vidas y dignidades, se saben impunes, que no serán sancionados por ninguna autoridad, convencidos que pagando 500 soles, como un “desprecio humano”, es suficiente para “salvar” una violación. Las autoridades y el estado, no están ni llegan y, las que están son las que abusan y protegen a los abusadores. Este oprobio cultural a los Awajun también ocurre con los Wampis y todo el pueblo Jibaro de Amazonas, San Ignacio y San Martin; con los hermanos Shipibo Konibo de Ucayali; los Asháninkas de la selva central; los Arahuca en Loreto y con todos los pueblos indígenas del Perú. Esas violaciones son ocultadas, aceptadas y perdonadas por esa vil hipocresía de no denunciar ni decir nada.

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