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Batalla ideológica y consenso social

Por Augusto Rubio Acosta

 

La calle, a pesar del descontento y la desnaturalización social generalizada por factores de diversa índole, “no prende” en mi ciudad, tampoco en el país. Las múltiples razones alrededor de este fenómeno (el miedo, las noticias falsas, la criminalización de la protesta, los crímenes de Estado, el desaliento que ha originado el fracaso de las más recientes movilizaciones, la impunidad, la crisis económica, etc.), deberían ponernos a pensar en cómo, desde las altas esferas del poder, el dominio ideológico ha determinado que las ideas más cavernarias, retrógradas y antiderechos, continúen ganando espacio y se hayan convertido -con el paso del tiempo- en hegemónicas, al punto de perdurar o imponerse a la verdad, a la voluntad de cambio de una minoría, así como a la masiva pero silenciosa indignación ciudadana por la profunda crisis que experimentamos.

Influir en la opinión pública es muy sencillo en la realidad que nos toca, basta dirigirse al quiosco de periódicos para leer los titulares en los medios masivos “de la concentración”; encender la televisión [basura] o sintonizar la radio y su programación mayoritariamente insulsa; sobre la revisión de contenidos y preferencias de los usuarios en las redes sociales, huelgan comentarios. La existencia de un supuesto y soterrado “sentido común” moviliza o activa (desactiva) la forma de pensar y actuar de los ciudadanos, influyendo decisivamente en la conducta colectiva, así como en la lucha por un destino distinto.

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