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El efecto limón

Por Paola Donaire Cisneros

A mediados de setiembre pasado, el limón se convirtió en el símbolo de la inflación en el Perú. En los mercados se cobraba hasta 22,00 soles por un kilo, mientras que en las cevicherías el plato bandera comenzaba a saber raro y las redes se inundaban de memes sobre el lujo que se había convertido consumir el ácido fruto. El fenómeno de El Niño costero y el ciclón Yaku fueron los responsables de la alta cotización, pues las lluvias empozaron los suelos y afectaron la producción de los limoneros. A dos meses de aquella fiebre, el limón se cotiza hasta en 6.00 soles y ya poco se habla de ello, aunque nuestra agricultura sigue amenazada por el cambio climático. Eso mismo sucede con la mayoría de crisis que atravesamos: surgen, conmocionan y se debilitan, pero el problema sigue allí.

Este ciclo perverso ocurre, por ejemplo, con los mal llamados embates de la naturaleza. En principio, en muchas ocasiones, no es la naturaleza la que alcanza al ser humano para embestirlo, sino que es el hombre quien le da alcance, ocupando espacios de riesgos, como quebradas o riveras de ríos. Suceden, entonces, intensas lluvias que provocan derrumbes y miles de damnificados, la sociedad se estremece; luego, bajan las aguas y todos vuelven a lo suyo, hasta la siguiente lluvia torrencial.

El efecto limón




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