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La sagrada familia y la familia natural

Por Paola Donaire Cisneros

Cuando Jesús de Nazareth nació, se calcula que su madre, María, tenía 15 años. Sobre el esposo de ella, José, existen diferentes cálculos acerca de su edad, que oscilan entre los 35 y los 90 años. Entonces, la estampa religiosa conocida como la Sangrada Familia ofrece una propuesta muy singular: una niña junto a un hombre que –por lo menos- le triplica la edad y un niño en brazos que, según la ley canónica, es hijo de ella, pero no de él. En otras palabras, si María, José y Jesús vivieran en estos tiempos, no serían considerados como una “familia natural”, precisamente, por esos grupos conservadores que enarbolan a la “Sagrada Familia”, como único modelo válido universal. Esta burda contradicción es como el elefante en la sala que nadie quiere ver, pero existen otras cuestiones acerca de la familia que no deberían pasar de soslayo.

El halo de sacralidad que suele rodear al término “familia” es muy peligroso, pues provoca que se ignore, con frecuencia, los lastres que este núcleo social acarrea en muchos casos. No es necesario negar la importancia de la familia, para reconocer que en esta no solo se transmiten valores, sino que también se perpetúan taras, como el machismo y la violencia. De hecho, el lugar más peligroso para niños y mujeres es el hogar, pues son los padres, padrastros, hermanos, tíos y abuelos los agresores sexuales más frecuentes.

Según datos del INEI de 2018, el 63% de mujeres, entre 15 y 49 años, afirma haber sido víctima de algún tipo de violencia por parte de su esposo o compañero. Lamentablemente, ninguno de estos datos importa a quienes dicen defender a la familia, pues su atención está fijada en oponerse a la formación de modelos de familia distintos a lo que ellos consideran “natural”.

La sagrada familia y la familia natural




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