hay-esperanza

¿Hay esperanza?

Por Alfredo Quintanilla

Hace años que una obra teatral peruana no me impactaba como lo ha hecho Esperanza. Marisol Palacios y Aldo Miyashiro han escrito una pieza que une el pasado con el presente lacerante que vivimos, la vida privada con la política, la violencia con la búsqueda de una esperanza que no aparece por ningún lado.

Pero el texto frío es sólo una posibilidad, que muchas veces lo esteriliza el enfoque del director o una actuación pobre. Aquí estamos frente a la ventaja de una autora que dirige la puesta en escena y conduce al elenco con el ritmo y la intensidad que ha imaginado para cada escena. Esta vez la actuación de Luis Cáceres, Julia Thays, Diego Pérez y Brigitte Jouannet consigue lo que los griegos y Shakespeare pretendieron: llegar a las tripas del espectador, donde nacen las emociones.

Luis Cáceres construye un verdadero canalla que el espectador odia de comienzo a fin. Un padre déspota, un sátrapa ruso combinado con un criollo dicharachero peruano. Un egocéntrico, que hace girar a su familia en torno a sus ilusiones. Su violencia contenida imprime un ritmo trepidante a la obra que desata angustias en la platea pues ve que la familia marcha a un callejón sin salida, sin que se pueda estirarle la mano para salvarla.

Julia Thays desarrolla la madre abnegada, sumisa, tierna, que construyeron al alimón la Iglesia y el mercado capitalista. Es la que carga con todo el trabajo, con las necesidades de los hijos, que todo el tiempo hace de tripas, corazón, y que no tiene más remedio que refugiarse en los melodramas que pasa la tele.

Diego Pérez hace un hijo más cercano al siglo XXI que a los años 80 del siglo pasado. Un adolescente despreocupado que sólo quiere escapar de la familia, la escasez y el país de mierda que le ha tocado. Brilla en el momento que duda y brilla más cuando se expone a la derrota del amor. Logra liquidar al padre señalándole crudamente la realidad y se libera.

¿Hay esperanza?




There are no comments

Add yours