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LAS CRISIS QUE VIVE EL PAÍS Y LOS VAIVENES DEL PRESIDENTE CASTILLO

Luis F. Vilcatoma Salas
La promesa del presidente Castillo de optar por un gabinete de ancha base,
luego de que fuera excretado el impresentable Héctor Valer, no se ha cumplido
y, por el contrario, acabamos de tener más bien un gabinete de diminuta base
por una razón fundamental: el hombre del sombrero quiere jugar a la política
apelando a la correlación de fuerzas en el Congreso. Una correlación que le
permita sortear la vacancia evitando que la derecha desbordada obtenga los 87
votos necesarios para ello, y una de las formas a las que ha tenido que apelar a
la hora nona no era sino acarrear los votos de Perú Libre y disidentes con el
costo de algunos ministerios para el maltrecho dictadorzuelo Vladimir Cerrón, en
el renacimiento de un amorío por conveniencia donde Castillo alarga la agonía
de su vacancia y Cerrón la agonía de su situación judicial que puede terminar
con su corpachón en la cárcel.
¿Pero cuáles son las bases propiciantes para tan prosaico cometido? En ambos
casos prima la debilidad antropológica cortoplacista de tales individualidades y,
consiguientemente, la carencia de un horizonte estratégico. La debilidad del
interés inmediato traducida en lo urgente y no en lo importante, en la menudencia
política y gestional del Estado, en el movimiento cotidiano sobre la finalidad
trascendente de los actos, en el rollo populista desvaído sin frutos prácticos, en
la desubicación contextual y las incoherencias verbales, amén de la incapacidad,
mediocridad y mentiras permanentes. Debilidad que cierra puertas a una mirada
de largo alcance como la estrategia que el Perú necesita para salir del atolladero.
La mirada aquella que necesita entrega, ética, fuerza, voluntad y disposición para
la renuncia que estos dos estropajos de la política no tienen en absoluto.
Las famosas entrevistas periodísticas, de los días anteriores, a Pedro Castillo, lo
han desnudado como todos saben. Lo han puesto en cueros y contra la pared
ante el pasmo nacional e internacional de una ciudadanía encrispada. Y lo que
ha seguido a continuación, mediáticamente, es más de lo mismo: insistir en el
desnudamiento para descubrir posibles arrugas más, lunares, pelos y marcas en
su piel ventilada para holganza de la hablilla popular y en especial de una
derecha tragicómica con agenda propia e inepta para ofrecer una salida
razonable al país. Una derecha de patas cortas también con “castillos” propios,
fascistoides de plazuela, racista y envejecida de aires versallescos como doña
María del Carmen Alva.
El telón de fondo de todo esto es que estamos en crisis múltiple. Una crisis que
va más allá de la comedia que vivimos y del fiasco con sombrero que no
acabamos de digerir. Una crisis con historia y responsabilidades, que no se va a
resolver raigalmente con nuevos ministros e, incluso, con la renuncia o vacancia
de Pedro Castillo aunque sea el trago amargo necesario e imprescindible a
tomar en la hora actual, sino con la modificación sustancial de muchas cosas
que forman parte y dan sentido al ordenamiento social que nos caracteriza:
régimen social, político y económico; cultura, instituciones, subjetividad popular,
memoria histórica, condiciones de vida de la gente, etc. Porque es la totalidad
social la que se está descomponiendo, desestructurando y reestructurando
contradictoriamente o desatándose y anudándose en lazos transitorios,
dolorosos y agrios pero aún con esperanzas furtivas que alumbran la mente
como luces en el firmamento que hay que seguir como la estrella de Belén.
Crisis multifacética donde por esta razón los sujetos sociales estamos perdiendo
el sentido tradicional de vida sin saber qué hacer, cómo explicar lo que está
sucediendo y cómo actuar en consecuencia, en una situación agonista donde
cunde la fragmentación, la incertidumbre, la desesperanza, el cinismo, la
tragicomedia, la mentira como verdad, lo abusivo como lo adecuado, el sálvese
quien pueda, el nihilismo, el voluntarismo ciego y el aprovechamiento material
de grupos de poder. Así, muchas de las creencias anteriores se disuelven como
la cera ante el fuego o se aceran otras en pequeñas burbujas de entendimiento
duro. En este panorama incluso la creencia en la ciencia se relativiza y surge la
duda sobre la calidad de las vacunas o se cree en la certeza de los vendedores
de “cebo de culebra” en la política como en la medicina; o en la venida de algún
providencial mesías enano que pueda sacarnos “las castañas del fuego”. La
objetividad pierde terreno y nos inunda la contingencia y la pluralidad de los
discursos pretendidamente de derecha, de centro o izquierda sin marco teórico
ni contornos definidos.
Dada esta realidad compleja y de una profunda inmanencia contradictoria, que
es la realidad del capitalismo actual, ya no es posible pensar en un remanso
social, porque no lo habrá; toda estabilidad será relativa y preñada de factores
de fugacidad que habremos de enfrentar en todos los terrenos y especialmente
en la política más contingente que nunca. Tenemos que aprender a nadar en
aguas turbulentas, encontrar allí lugares de descanso para retomar fuerzas y
seguir nadando, construyendo y reconstruyendo; encontrando salidas y
obteniendo soluciones que nos llevarán a nuevos desafíos incluso en la
entelequia de un socialismo real donde seguirá gravitando el cambio y el
movimiento dramático de sus factores inherentes. Las crisis que nos embargan
hoy en el Perú y el mundo, sin embargo, están teniendo el ángulo positivo de
conducirnos a este descubrimiento impresionante que no podemos eludir como
el avestruz que esconde la cabeza pensando así evadir el peligro.
¿Qué hacer? Por lo pronto, necesitamos encontrarle sentido a lo que está
sucediendo, una explicación razonable a lo que está pasando, una explicación
de la totalidad y no solo de las partes, del bosque y no sólo de los árboles
mediante un discurso hegemónico creíble, viable, consensualizado y vital que
trace un horizonte de vida compartido y trascendente.




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