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El plan siniestro de la señora K

La señora K, fría y ambiciosa, lo tenía todo calculadísimo. Sabía que de ninguna manera su padre —depauperado por un cáncer de larga data— llegaría en condiciones elementales a la feroz contienda electoral del año 2026. Sin embargo, lo postuló para quedar bien (con las huestes naranjas y con los incautos de siempre, que no son pocos). Lo hizo para la fotografía y para impostura que le suelen ser tan afines. Fue un gesto político en su más escabrosa connotación.

“Tomaré la posta de nuevo”, quizá pensó frotándose las manos con fruición: “Pero ahora les diré que piensen en él, en su memoria, en su gobierno… Yo tengo que terminar la tarea. ¡Su entierro será todo un espectáculo!, voy a exprimirlo hasta después de muerto… porque ésta también será mi última oportunidad”.

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