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Perú, país de la indignidad

Difícil imaginar en Alemania una reivindicación de Hitler que no sea mayoritariamente rechazada. O en España, una de Franco. En Chile, tampoco pasaría sin cuestionarse una reivindicación de la dictadura de Pinochet, pero en el Perú hay quienes lo invocan como sinónimo de autoridad.

Pero eso no pasa de ser una anécdota cuando constatamos cómo se reivindica el régimen autoritario, corrupto y abusivo de Alberto Fujimori, bajo el paraguas del terruqueo constante a sus críticos y la mentira sobre que fue Alberto Fujimori quien venció a Sendero Luminoso. Basta recordar la torta de cumpleaños que le llevó su mentor intelectual Montesinos para probar la mera utilización que hizo ese régimen del hecho fortuito de su captura durante su gobierno.

El régimen de Fujimori estuvo lejos de caracterizarse por eficiencia y combate a la violencia, como dice la narrativa que hoy se quiere instalar, falsamente. Más bien lo caracterizó la prepotencia, la compra por kilo de conciencias, la prensa basura llamada entonces “chicha”, la mordaza sobre la gran mayoría de medios de comunicación, millones de dólares de por medio. Y, por si fuera poco, la destrucción de todas las instituciones: desde las que administran justicia, hasta los sindicatos y organizaciones populares.

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