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Dolarización, un arma de doble filo en América latina

Javier Milei ha sido siempre un economista doctrinario, convencido de la clarividencia de las ideas de Von Hayek, Murray Rothbard y otros economistas de la escuela austriaca obsesionados con la función económica del dinero. Desde su cátedra en la Universidad de Chicago, Milton Friedman nunca se cansó de insistir que la inflación es ante todo un fenómeno monetario, lo que explica que el presidente argentino no haya abandonado su proyecto de adoptar el dólar como circulante, como antes lo hicieron Panamá, Ecuador y El Salvador-

Según dijo hace poco, tras el “saneamiento” del banco central se lo puede liquidar en cualquier moneda, aunque lo más fácil es hacerlo en dólares, citando como ejemplo el “exitoso” caso ecuatoriano. Quienes hicieron la dolarización, dijo, le han entregado un informe que le aconseja hacerlo cuanto antes para facilitar la transición, aunque precisó que ello no forma parte de la agenda con el FMI.

Según Jamil Mahuad –el expresidente (1998-2000) y hoy profesor en Harvard que en 2000 decidió la dolarización ecuatoriana–, dolarizar es tan arriesgado –y doloroso– como un trasplante de hígado, algo que solo se hace cuando no queda otra solución porque todas las demás son peores. Tras el default, recuerda, el banco central todavía había reservas y la devaluación del sucre había colapsado las importaciones en medio de una desorbitada inestabilidad de precios y del tipo de cambio.

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